Textos: Gastón Gaviola ggaviola@grupoepensa.pe web@grupoepensa.pe | Fotos: Foto: Víctor Vásquez
19 de Abril del 2015 – 08:33 | Lima –
Este miércoles se cumplen 18 años de la operación “Chavín de Huántar” que liberó a los rehenes secuestrados por el MRTA durante 126 días. Francisco Tudela, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Alberto Fujimori, fue uno de los cautivos más destacados. En esta entrevista cuenta aspectos poco conocidos del plagio, el rescate y la convivencia con los catorce terroristas. Acostumbrar, por ejemplo, a los emerretistas que nunca dejaba la colchoneta donde dormía hizo que al momento de entrar a ametrallarlo, como era la consigna, su verdugo no lo encontrara, luego de verlo en el mismo rincón por semanas enteras. Ese hecho le salvó la vida.
Al momento del rescate, usted era uno de los blancos claves para ser ejecutado por los terroristas. “Coné” era el encargado de buscarlo y fusilarlo si entraban los comandos. Usted previsoriamente se había cambiado de habitación.
Cuando entra a buscarme, “Coné” no dispara. Su misión no era matar a ningún rehén. Era matarme a mí (…) Yo ya estoy en la terraza y (“Coné”) empieza a dispararme desde el interior. Primero tira una granada que por suerte estalla en el aire, golpea en la puerta. Como eso no me mata y sigo avanzando, me dispara tres veces. La primera vez me raspa el brazo derecho. La segunda, la bala estalla frente a mis ojos y los llena de cemento. Esa bala por centímetros no me da en la cabeza; la tercera ya me da, cuando llego al final. Me hiere en la pierna y se lleva dos pulgadas de peroné. Pasé dos meses en cirugía después.
¿Habló durante el cautiverio con este terrorista “Coné”?
Claro. Como estaba encargado de “cuidarme”, simplemente paraba al lado mío. Eso fue relajándose porque yo no me movía. Eso lo animaba a darse una vueltita, porque estaba convencido de que de mi sitio yo no me iba a mover. El embajador (de Japón) Morihisa Aoki ha escrito unas memorias donde dice que le llamaba mucho la atención el que yo no me moviera y no sabía por qué.
Usted pensaba a largo plazo…
Yo estaba pensando en el escape. Aprovechar todas las oportunidades posibles para por lo menos morir en la terraza. Mi objetivo no era siquiera salvar la vida. Sabía que tenía muy pocas posibilidades de salir vivo, pero no quería morir ejecutado dentro de la residencia.
¿En qué momento asume eso, se asume muerto?
Se asume posiblemente luego de la primera semana como rehén. En los primeros dos meses, cuando no se veía posibilidad de rescate, pensé mucho en cómo iba a enfrentar la muerte. ¿Iba a decir algo, no iba a decir nada?… En fin.
Si es que lo fusilaban, como iba a ser el plan original de Néstor Cerpa…
No, lo que iba a hacer era meterme una bala en la nuca. Ellos han matado todo el tiempo a sus víctimas con un tiro en la nuca. Así mataron a Ballón (se refiere al empresario Víctor Ballón Vera, secuestrado y ejecutado por el MRTA en febrero de 1993). No tienen ceremonia para matar. Que dicho sea de paso, todos allí habían matado.
¿No eran novatos?
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Habían tres: Lucas, Cinthya y Melissa, que eran muy jóvenes. Yo creo que Melissa… si alguien no había matado, podría ser Melissa. Todos habían matado. Estaban entre los 23, 24 años, y los jefes tenían mi edad. No estamos hablando, como se dijo en la época, de una pandilla de niños guiados por (Néstor) Cerpa Cartolini. Hablamos de lo que quedaba de la estructura sólida y militar del MRTA, de Pichanaki.
LA CARTA DE FIDEL A CERPA
A nivel ideológico, ¿llegó a intercambiar palabras con ellos?
Con Cerpa Cartolini sí. Con “Tito” (Eduardo Cruz Sánchez) y con “El Árabe” (Rolly Rojas Fernández) también. No así con “Salvador”, que era un sicópata absoluto, y era netamente un terrorista, no un político. Y estaba el “Veintidós”, que era una persona que debe haber tenido algún tipo de sicopatía, de enfermedad mental. No era normal. Era un hombre que tenía un espantoso complejo de inferioridad que compensaba con historias truculentas de decapitaciones de policías. Yo no sé si era cierto, pero de que era un asesino, era un asesino. Decía haber estado en un reformatorio de Huancayo y matado al guardia. “Tito”, “El Árabe” y Cerpa sabían que el terrorismo había terminado. Leí la carta que Fidel Castro les mandó, me la dieron a leer a mí con una reverencia. La carta decía que les daba la bienvenida a Cuba, pero en ningún momento de la carta les pide deponer las armas.
Interesante matiz…
Interesante matiz. Y claro, ellos sabían que nadie los iba a reconocer. Que ni Castro los iba a reconocer. Que esa época había terminado. Estábamos entre 1996 y 1997, la Unión Soviética se había derrumbado en el 91, el Muro de Berlín se había venido abajo en el 89. Ese mundo ya no existía. Entonces lo que ellos querían era a algunos presos significativos. Y dinero; lo que ellos llamaban “rescate de guerra”. En algún momento, “El Árabe” me dice: “Si ustedes nos dan a Víctor Polay, nosotros nos olvidamos de los demás presos”, cosa que a mí me llamó la atención. No estaba presente Néstor Cerpa (que siempre insistió en la liberación de su esposa, la terrorista Nancy Gilvonio), pero sí “Tito”, y les pregunté por qué Polay, y “Tito” me contestó “porque es el que tiene el poder económico”. Y entonces me di cuenta de que las finanzas del MRTA, el dinero de los rescates, era o había sido manejado por el ala política, por Polay, y evidentemente lo que ellos querían era tener acceso a ese dinero.
APARECE EL TÚNEL
Tengo entendido que cuando se hace pública la existencia del túnel, Cerpa lo hace llamar al primer piso para que lo compruebe…
Me empuja al suelo. Él y “El Árabe”. Me gritan: “¡Escucha, escucha, están cavando!”. Yo pegué el oído al suelo del comedor y escuché algo que podría ser como el raspado de una aguja. Les dije que debe ser una rata, y “El Árabe” responde que debe ser una rata muy grande, y yo acoté “una muca”. Entonces “El Árabe” se rió y eso ya bajó la tensión del momento. Entonces se prepararon para lo que suponían sería un ataque subterráneo, pero no contaban con las explosiones.
¿Cerpa se preparaba?
Él había decidido esperar hasta julio. Me di cuenta que lo que él quería era llegar al discurso presidencial de Fiestas Patrias, y allí naturalmente vendría mi ejecución, o algún acto adicional, espectacular de fuerza, con lo cual se generaría el caos en el país si todo esto ocurría mientras el Presidente se encontraba en el Congreso.
Seguía la espera…
Luego vino Michel Minning (representante de la Cruz Roja) a decirnos que teníamos que pedir ropa de invierno, y yo dije que de ninguna manera. Que lo que él quiere es darle ropa de invierno al MRTA, y esta situación no puede prolongarse. No pedimos ropa. La cosa era terminar con la situación.
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