La actual crisis ucraniana puede remontarse a la independencia intempestiva de este país, al disolverse la URSS y fundarse la Comunidad de Estados Independientes (CEI), en diciembre de 1991. Si bien desde finales del Siglo XIX hubo intelectuales ucranianos que anhelaban esta independencia, su influencia fue limitada, pues Kiev fue la cuna en el medioevo del estado ruso monárquico y cristiano, que con el tiempo terminaría trasladándose a Moscú. Además, Ucrania era la provincia más importante del imperio ruso hasta 1914, pero no existía en ella un movimiento independentista, organizado políticamente (1).
Al producirse la revolución rusa, en octubre de 1917, el gobierno comunista de Lenin buscó retirarse unilateralmente de la Primera Guerra Mundial, abandonando inconsultamente a los Aliados. El recién fundado estado soviético negoció con los Imperios Centrales el Tratado de Brest-Litovsk del 3 de marzo de 1918, donde a cambio de la paz con Alemania, Austria-Hungría y el Imperio Otomano, los bolcheviques entregaron a Alemania los países bálticos, aceptaron dar la independencia a Ucrania a iniciativa germana y cedieron las provincias de Ardahan, Batum y Kars al Imperio Turco. Todas estas importantes entregas de territorio ruso fueron hechas por Lenin y los bolcheviques para quedar con las manos libres para combatir a los diversos ejércitos anticomunistas en la Guerra Civil Rusa, desatada por el golpe de estado bolchevique de 1917.
La independencia de Ucrania duro muy poco. El Imperio Alemán capituló en noviembre de 1918 y la flamante URSS desconoció el tratado que había firmado ocho meses antes. Ucrania fue invadida y vencida por el recién fundado Ejército Rojo de Trotsky en 1919, siendo los ucranianos – que ya habían probado la libertad de una independencia relativa -, incorporados a la URSS e implacablemente reprimidos en los años siguientes por el nuevo estado soviético (2). Sin embargo, los ucranianos no eran la única nacionalidad en Ucrania. Según el censo soviético de 1926, la población de Ucrania estaba compuesta por un 76.5% de ucranianos, un 13.5% de rusos y un 11% compuesto por nueve minorías distintas.
Al ser Rusia invadida por la Alemania nacional socialista en junio de 1941, los ucranianos buscaron organizarse militarmente para alcanzar la independencia y escapar del terror soviético. Algunos sectores colaboraron con los alemanes mientras que otros, bastante significativos, organizaron el “Ejército Insurgente Ucraniano”, formado por partisanos independentistas que lucharon simultáneamente contra los alemanes y los soviéticos. Este movimiento partisano de resistencia ucraniana siguió inútilmente luchando después de 1945 contra el estado soviético, siendo finalmente aplastados en 1953.
Siendo Ucrania una República Socialista Soviética, e integrada como estado independiente al sistema federal del “centralismo democrático” de Stalin (3), ésta celebró el 300 aniversario de su unión con Rusia el 19 de febrero de 1954. Con ocasión de ésta fecha, Nikita Kruschev decidió unilateralmente incorporar la península de Crimea a Ucrania, península que era parte integral de Rusia desde la conquista del Kanato de Crimea por la Emperatriz Catalina la Grande en 1777.
Sólo en 1991, cuando el sistema soviético colapsa y Rusia abandona el comunismo y por consiguiente su sistema federal ficto, Ucrania deviene abrupta e inesperadamente un estado independiente, si bien vinculado a Rusia, como miembro de la Comunidad de Estados Independientes fundada por Boris Yeltsin.
Es indudable que al interior del nuevo estado ucraniano y su sociedad, había una pugna de poder para decidir la posición de Ucrania respecto tanto a Rusia como a la Unión Europea, pugna a la cual no son ajenos los Estados Unidos de América, por su alianza de seguridad colectiva con Europa; la OTAN. La pugna llegó a su clímax con la “Revolución Naranja” (4), en la cual, después de anularse unas elecciones presidenciales alegadas como fraudulentas, estas volvieron a celebrarse nuevamente el 26 de diciembre de 2004, triunfando con el 52% del voto Víktor Yushenko, el candidato favorecido por los EE.UU. y la UE, imponiéndose este sobre Víktor Yanukóvich, el candidato favorable a Rusia, que obtuvo el 44% de los votos. A partir de ese momento Ucrania tuvo una pugna y alternancia constante entre los sectores políticos pro rusos y aquellos pro europeos, reflejo de la actual demografía de la República de Ucrania, la cual, para el año 2001, estaba compuesta por un 77.8% de ucranianos, un 17.3% de rusos y un 4.90% de las otras minorías.
Desde el 30 de Marzo del 2012, el gobierno de Ucrania negoció un conjunto de acuerdos políticos y económicos de asociación con la Unión Europea, que implicaban una futura adhesión de Ucrania a la UE y por consiguiente podían abrir implícitamente la posibilidad de una futura incorporación de ese país a la OTAN. La Organización del Tratado del Atlántico Norte es una alianza militar de seguridad colectiva europeo-norteamericana fundada el 4 de abril de 1949, con el único propósito de enfrentar a la Rusia soviética. Hoy, sigue activa y mantiene sus objetivos, aún después de la caída del comunismo en Rusia. La expansión de la OTAN hacia el Este europeo y dentro del espacio post-soviético constituye una de las grandes preocupaciones geopolíticas de Moscú y genera entre sus dirigentes una percepción de que Rusia está siendo cercada desde el Occidente Atlántico (5).
El 21 de noviembre de 2013, el Presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, quién había sido derrotado por Viktor Yushenko en 2004 y que finalmente obtuvo la presidencia en las elecciones del 2010, dio marcha atrás y no firmó los acuerdos con la UE el día mismo en que debió hacerlo. La decisión de Yanukóvich fracturó a la sociedad ucraniana, separando y enfrentando a los sectores pro europeos con aquellos que buscaban continuar una relación especial con Rusia.
Nueve días después, El 30 de noviembre de 2013, 100,000 personas se manifestaron en la Plaza de la Independencia, en Kiev, la capital de Ucrania, contra la decisión del Presidente Yanukovich. Los manifestantes, así como un sector importante pero no mayoritario del parlamento, deseaban adoptar el camino de adhesión a la Unión Europea. Tres días después, el 3 de Diciembre de 2013, una moción de censura contra el gobierno de Primer Ministro Mikola Azarov no alcanzó la mayoría necesaria en el parlamento, reforzándose así la posición del Presidente Yanukóvich, quién ese día se encontraba visitando la República Popular China.
Confrontado con la manifestación en la Plaza de la Independencia, cuya violencia y exasperación crecía minuto a minuto, a pesar de que el número de los manifestantes disminuía a medida que los riesgos personales aumentaban y los sectores más radicalizados ocupaban la plaza, el Presidente Víktor Yanukóvich planteó conversaciones tripartitas de su país con la Unión Europea y Rusia, respecto a los acuerdos políticos y económicos a firmarse con la UE. Yanukóvich intentaba salir de la crisis sentando en la mesa de negociaciones a las partes claramente concernidas con la futura posición geopolítica y económica de Ucrania.
Frente a esta inesperada situación, la Unión Europea señaló al gobierno ucraniano que los acuerdos permanecían abiertos para su firma, sin mencionar ni aceptar la propuesta tripartita del Presidente Yanukóvich. Ese mismo día, el gobierno ruso a través de su Presidente Vladimir Putin, ofreció a Ucrania comprarle su deuda pública por un total de quince mil millones de dólares y rebajar el precio del gas que Rusia exporta a Ucrania.
Ucrania ingresó a una recesión aguda desde la caída de los mercados el 16 de setiembre de 2008 y la crisis económica global subsiguiente, cuyos efectos aún perduran. La oferta de Rusia del 30 de noviembre del 2013, a diferencia de aquella de la UE, ofrecía una solución inmediata a las dificultades financieras de Ucrania. Si bien a largo plazo los acuerdos económicos y políticos con la UE integrarían a Ucrania al proyecto comunitario europeo a cambio de una política inmediata de austeridad y ajuste económico dirigida por la “troika” ( CE, BCE y FMI), además de aceptar un proceso largo de adaptación legislativa a UE, Kiev recibía de esta crédito por tan solo 800 millones de euros, suma muy inferior a lo representado por los quince mil millones de dólares que Rusia ofrecía por la compra de la deuda Ucraniana, sin condicionamientos económicos futuros y obteniendo adicionalmente una rebaja significativa del precio de sus compras de gas ruso.
El 19 de enero de 2014, el Presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, viajó a Rusia para tener una entrevista con el Presidente ruso, Vladimir Putin. Se reunieron esa tarde en Sochi, en la víspera de los juegos olímpicos. Ese mismo día escaló la violencia entre los manifestantes y la policía en la Plaza de la Independencia en Kiev, lo cual mediáticamente afectó el propósito del viaje de Yanukóvich. Se intercambiaron disparos y la plaza se asemejaba a un campo de batalla urbano.
Ese mismo día, el Secretario de Estado de los EE.UU., John Kerry, declaró: “El gobierno ucraniano debe escuchar las voces de su pueblo”. El Presidente ruso Vladimir Putin replicó, declarando que la escalada de la violencia en Kiev era ayudada por “actores externos”.
A las pocas horas, se filtró a la prensa un audio de 10 minutos de una conversación telefónica entre la enviada especial del Presidente de los EE.UU. para Ucrania, Embajadora Victoria Nuland, y el embajador de los EE.UU. residente en Kiev, Geoffrey Pyatt. Nuland le dice a Pyatt que “Eso sería una gran cosa, pienso, ayudar a consolidar esta cosa y tener a la ONU ayudando a consolidarla; Ud. sabe.”, y añadió, refiriéndose a lo que consideraba la excesiva prudencia de la Unión Europea, “Fuck the EU”. Pyatt replicó señalando que “Tenemos que hacer algo para que se consolide esto, porque puedes estar segura de que si no empieza a tomar altura, los rusos intentaran torpedearlo y estarán detrás de bambalinas” (6).
El audio causó consternación, especialmente entre los aliados europeos de los Estados Unidos, que súbitamente se descubrían como tan sólo parte del proyecto norteamericano. Victoria Nuland tuvo que pedir disculpas en Bruselas a la UE por sus expresiones. Ese mismo día, 19 de enero, el Parlamento Europeo votó las primeras sanciones contra el gobierno de Víktor Yanukóvich.
Casi un mes después, el 18 de febrero, se renovó la violencia en la Plaza de la Independencia en Kiev, esta vez con 30,000 manifestantes. Un grupo nutrido de manifestantes atacó el distrito del gobierno, quemando las dependencias del partido de gobierno, el “Partido de las Regiones”. La policía intentó dispersar a la multitud en la plaza, haciendo ingresar dos blindados contramanifestaciones. Estos son obligados a detenerse y son incendiados y destruidos. Hay decenas de heridos y 35 muertos, entre los cuales 12 policías.
El 17 de febrero, un día antes, Rusia había comprado el segundo tramo de la deuda ucraniana por dos mil millones de dólares, revelándose que ya había comprado con anterioridad el 33% de dicha deuda, después de Noviembre del 2013.
Ese mismo día la violencia se reanudó en Kiev. La Unión Europea condenó ese 17 de febrero la violencia en Kiev y al gobierno de Yanukóvich. Tres días después, el 20 de febrero, se produjo un sangriento enfrentamiento entre las fuerzas del orden y los manifestantes. Hubo 75 muertos y 571 heridos. El impacto internacional de la violencia fue inmenso e implicó una pérdida de legitimidad para el gobierno ucraniano. El Presidente Yanukóvich huirá pocos días después, refugiándose en Rusia. El 21 de febrero fue sustituido por el Presidente del Parlamento Oleksandr Turchynov, quién devino Presidente interino y adoptó una postura de adhesión a la Unión Europea, confrontando a Rusia.
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Víktor Yanukóvich tuvo un fuerte apoyo de las minorías rusas de Ucrania, así como de la representación parlamentaria de estas. Los sucesos que se desarrollaron entre el 13 de noviembre de 2013 y el 17 de febrero del 2014 en Ucrania, y que finalmente llevaron a la caída del presidente ucraniano, inquietaron profundamente a estas minorías.
Ucrania no es un país culturalmente homogéneo. El 77.8 % de la población es ucraniana, identificada como tal por su lengua y tradición de origen católica y uniata, posicionada en el Noroeste y centro de Ucrania. El 17.3 % son rusos, identificados lingüísticamente y por su tradición cristiana ortodoxa, situándose mayoritariamente en el Sureste de Ucrania y en la península de Crimea. A partir del 20 de febrero comenzó la rebelión de elementos de las minorías rusas en Ucrania.
El 11 de marzo, 21 días después de los sangrientos enfrentamientos en la Plaza de la Independencia en Kiev, la República Autónoma de Crimea declara unilateralmente su independencia de Ucrania. Se convoca a un referéndum para determinar si Crimea se adhiere a la Federación Rusa, el cual tiene lugar el 16 de marzo de 2014. Sobre un total de un millón doscientos mil electores, el 97% vota por la adhesión a Rusia. El 18 de marzo, dos días después, tiene lugar en Moscú la adhesión de la República Autónoma de Crimea a la Federación Rusa. Quince días después, Crimea se incorpora al Distrito Militar Sur de Rusia.
Durante el periodo que transcurrió desde la declaración de independencia de Crimea hasta su adhesión a Rusia, fuerzas de seguridad uniformadas, que portan armas abiertamente, disciplinadas, pero que ocultan sus rostros con pasamontañas y no llevan distintivos fijos en sus uniformes, proveen de seguridad a la península de Crimea.
Algunos presumen que son milicias pro rusas o unidades de origen ruso que han abandonado el ejército ucraniano, mientras que otros afirman que son fuerzas especiales rusas infiltradas en Crimea. Ningún gobierno ni organización internacional ha logrado determinar fehacientemente ninguna de estas suposiciones. Simultáneamente, al Noreste de Crimea, las ciudades de Donetsk y Lugansk se rebelaron contra el gobierno ucraniano de Kiev, fundando la “República de Nueva Rusia”, donde milicias pro rusas locales buscan tomar el control de la región en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad ucranianas.
El día de la adhesión de la República Autónoma de Crimea a la Federación Rusa, el Presidente de Rusia, Vladimir Putin declaró que hubiese sido una pena que la base naval de Sebastopol hubiese estado en manos de los marinos de la OTAN, añadiendo con humor que estos son “buenos muchachos”, pero que es mejor que vengan ellos a visitar a los marinos rusos a dicha base naval. Estas declaraciones son una confesión de parte sobre la enorme importancia geopolítica de la península de Crimea para Moscú (7)
Crimea fue conquistada al Imperio Otomano por la Emperatriz Catalina la Grande en 1777, consiguiendo con ello un puerto con las condiciones naturales óptimas para crear una base naval en el Mar Negro, que no estuviese congelado en invierno, como era el caso de San Petersburgo y Kronstad en el Báltico y Arcángel en el Mar Blanco.
La península devino parte integral de Rusia en 1783. La base naval de Sebastopol fue el pivote estratégico que le permitió al Imperio Ruso apoyar y defender a los eslavos ortodoxos en los Balcanes y combatir a Turquía a lo largo de todo el Siglo XIX, con diversa fortuna.
Crimea no fue sólo el escenario de las batallas para su conquista en el Siglo XVIII, sino también el escenario de la derrota rusa frente a la coalición del Imperio Turco con el Imperio Francés, el Imperio Británico y el Reino de Piamonte y Cerdeña, durante la Guerra de Crimea, entre 1854 y 1856. Después de un recogimiento estratégico deliberado de veintiún años, el Zar Nicolás I reanudará desde allí la guerra contra el Imperio Turco en 1877, al cual derrotara en las puertas de Estambul en 1878 (8).
Durante la segunda guerra mundial, Sebastopol fue el escenario de un largo sitio con encarnizados combates del ejército y la marina rusas contra las fuerzas armadas alemanas que los cercaban y que habían invadido Rusia en junio de 1941.
La proyección naval y el desarrollo de la flota soviética después de la Segunda Guerra Mundial dependían de Sebastopol para mantener una fuerte presencia estratégica en el Mar Negro y en el paso de los estrechos de los Dardanelos y el Bósforo, punto de partida para el acceso al Mar Mediterráneo y desde allí tanto al Atlántico como al Mar Rojo y al Océano Indico, a través de Suez. A partir de la proclamación del estado de Israel en 1948, la revolución nacionalista egipcia de 1952, el advenimiento de Nasser al poder en 1953 y la fundación de la República árabe Unida (RAU) por iniciativa Siria en 1958, Rusia fue deviniendo progresivamente en el mayor aliado estratégico de Egipto y Siria en el Mediterráneo. Esto abrió a la flota rusa del Mar Negro, con base en Sebastopol, los puertos de Tartús y Alejandría, como puntos de apoyo para alcanzar, cruzando el Canal de Suez, las bases navales que Somalia y Yemen pondrían a disposición de la URSS, así como un acceso Occidental al Océano Índico.
El 19 de febrero de 1954, con ocasión de los trescientos años de la adhesión de Ucrania al Imperio Ruso, Nikita Kruschev decidió traspasar Crimea y el puerto de Sebastopol a Ucrania. Esta decisión del Politburó soviético, sin consulta previa ni a los rusos ni a los ucranianos, era difícilmente discutible bajo la férula de un estado policial comunista y totalitario. Para los fines prácticos, todos eran soviéticos y Rusia era la entidad nacional que a los ojos del mundo encarnaba la realidad de la URSS. En un ensayo importante de Alexander Soljenitsin, titulado “El Error de Occidente”, publicado en 1980, el Premio Nobel ruso objetaba esta alteridad entre lo soviético y lo ruso, pues impugnaba la percepción de Occidente por la cual todos los logros positivos, como colocar al Sputnik en órbita, eran declarados como “soviéticos”, mientras que las acciones negativas, como la invasión de Checoslovaquia en 1968, eran siempre etiquetadas en Occidente como “rusas”. Soljenitsin se sublevo contra esta rusofobia y señaló que lo ruso no debía ser considerado como un sinónimo de lo soviético, pues lo ruso tenía un valor histórico y moral que no debía confundirse con el proyecto estatal comunista y sus crímenes (9).
Cuando en diciembre de 1991 se disuelve la URSS y se crea la Comunidad de Estados Independientes, los habitantes rusos de Crimea no se encuentran conformes con su pertenencia al nuevo estado independiente de Ucrania. Es sólo en ese momento que el traspaso de Crimea en 1954 se vuelve real y amenazador para Rusia, pues por primera vez la península se ve subordinada a un nuevo estado independiente y no a Moscú. Entonces, Crimea declara unilateralmente su independencia, el 5 de mayo de 1992, autodenominándose, por un reflejo condicionado por el comunismo, como “República Socialista Soviética de Crimea” (10).
Sin embargo, Crimea no consiguió ningún respaldo internacional para su independencia y tampoco contaba con la protección de Moscú, que era el epicentro de un accidentado, complejo y dramático proceso de transición de un sistema político y económico comunista a otro de carácter capitalista. Se producía un cambio gigantesco, preñado de enormes consecuencias políticas y económicas para el mundo. En esas circunstancias, los independentistas de Crimea no tuvieron más alternativa que negociar su situación con el nuevo gobierno de Ucrania.
En junio de 1992, los independentistas acuerdan con Kiev adoptar el status de república autónoma dentro de Ucrania, quedando a partir de entonces este país configurado por 24 provincias y una única república autónoma, Crimea.
Después de la consolidación de una Ucrania independiente, surgiría lo que sería el problema más importante de las nuevas relaciones independientes entre esta república y la Federación Rusa, como fue el conflicto de enero de 1992 sobre la división de la flota del Mar Negro, anclada en Sebastopol. El tema del desarme nuclear de Ucrania fue resuelto mediante el Memorandum de Budapest, llamado el “mini-Yalta” y firmado por los Estados Unidos de América, el Reino Unido, Francia y la Federación Rusa. En marzo del 2014, después de la adhesión de Crimea, Rusia retomó numerosos buques de la antigua URSS, dejando a Ucrania las unidades navales mandadas a construir por Kiev en Europa o aquellas que le pertenecían independientemente de la partición de la flota del Mar Negro en la década del noventa.
A diferencia de lo ocurrido con las provincias georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, en el breve conflicto armado entre Rusia y Georgia en 2008, resultaba obvio que por razones históricas y geopolíticas, lograr la adhesión de Crimea significaba para Moscú asegurar un interés vital del primer orden para Rusia, a pesar de que la arriesgada apuesta enervaría la normalidad de las relaciones diplomáticas con Ucrania, la UE y los EE.UU.
Se adoptaron dos posiciones respecto a la adhesión de Crimea a Rusia. Para Ucrania, la Unión Europea y los EE.UU., aliados militares de Europa dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Rusia habría violado el Acuerdo de Asociación Estratégica entre Ucrania y la Federación Rusa de 1997, por el cual esta última reconocía la soberanía ucraniana sobre Crimea. Partiendo de ésta opinión, estos estados y la misma Ucrania defienden la tesis de que la independencia debió obtenerse en “forma constitucional”, esto es, mediante un proceso de independencia convocado por el gobierno de Kiev.
El 27 de marzo, la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 68/262, “Integridad Territorial de Ucrania”, por 100 votos a favor, 11 en contra, 58 abstenciones y 24 estados ausentes, condenando así la independencia y el referéndum de Crimea. La resolución constituye una recomendación no vinculante ni obligatoria para los estados miembros de la ONU, conforme al Art. 10 de la Carta de las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad, único órgano de Naciones Unidas cuyas resoluciones son vinculantes y obligatorias, no se pronunció debido al veto ruso.
Para Rusia, la independencia unilateral de Crimea era plenamente válida de acuerdo con la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia de la Haya sobre el Kosovo, del 22 de julio de 2010 (11), donde la corte determinó que la independencia unilateral del Kosovo, separándose de la República Federativa de Yugoslavia (o lo que quedaba de ella), era conforme al derecho internacional público, opinión que los EE.UU., la UE y la OTAN, respaldaron plenamente el 2010.
Desde el punto de vista sostenido por Moscú, la adhesión de Crimea a Rusia se produjo con posterioridad a la declaración de independencia unilateral, así como del referéndum que la confirmaba, constituyendo entonces la adhesión un acto libre de un estado independiente y no una anexión de una república autónoma ucraniana por parte de Rusia, lo que sí hubiese representado una violación de la soberanía de la República de Ucrania. La independencia de Crimea, desde el punto de vista sostenido por Moscú, era un acto autónomo y libre, previo a la adhesión a Rusia.
Sean cuales fuesen los argumentos jurídicos contrapuestos, los grandes intereses estratégicos estaban a la vista del mundo entero. El 3 de abril de 2014 Crimea es integrada al Distrito Militar Sur de Rusia. La respuesta de la OTAN fue inmediata, realizando un despliegue estratégico, movilizando tropas y activos militares en un arco que iba desde los países bálticos hasta Rumanía en las orillas del Mar Negro.
El 29 de abril, los EE.UU. y la Unión Europea impusieron sanciones a Moscú. Mientras que los EE.UU. apuntaron sus sanciones al retiro de visas y el congelamiento de cuentas de hombres de negocios y funcionarios ligados al Kremlin o a la adhesión de Crimea, como fue el caso del magnate de la energía Igor Sechin, el patrón de Rosneft, las sanciones europeas se cuidaron de no sancionar significativamente al sector energético ruso.
A nadie escapa que Ucrania es el nodo del tránsito del gas y del petróleo de Siberia a Europa y de allí se desprende la prudencia de la UE. Alemania, por citar un ejemplo, recibe el 37% de su energía de Rusia a través de los gasoductos y oleoductos que cruzan Ucrania. No cabe duda de que dependiendo en que esfera de influencia se encuentre Ucrania, aquella en la cual se inserte será la que tenga el control sobre el tránsito del gas y el petróleo rusos a Europa (12). El Presidente Vladimir Putin declaró, al conocer la noticia de las sanciones contra Rusia, que se adoptarían sanciones simétricas contra los Estados Unidos y deploró lo que consideró la debilidad de la Unión Europea frente a la voluntad política de los Estados Unidos.
Hay quienes objetaron en Europa las sanciones contra Rusia, como es el caso del ex Primer Ministro británico Tony Blair y el ex Canciller alemán Gerhard Schroeder, este último director de Gazprom. Ambos líderes políticos pertenecen al espectro socialdemócrata europeo.
Mientras tanto, a partir de Mayo de 2014, en la República rebelde de Nueva Rusia, en el corazón del área industrial de Ucrania, en Donetsk y Lugansk, el conflicto comienza a escalar peligrosamente. Observando la carta geográfica de la región, se ve claramente que las milicias pro-rusas buscan crear un régimen autonómico que empieza en Donetsk y Lugansk, teniendo detrás de ellas y hacia al Este la frontera con la Federación Rusa. Hacia el Sur, esta región se prolongaría como un corredor hacia el puerto de Mariupol, finalmente uniéndose a la península de Crimea, dándole a ésta acceso y comunicación por tierra a Rusia, o viceversa. Rusia ha reiterado la urgente necesidad de un diálogo entre los rebeldes de Lugansk y Donetsk y el gobierno de Kiev, con vista a resolver el problema de las nacionalidades.
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